jueves, 26 de junio de 2008

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Vivencias prelocutivos
Me despreciaban en muchas ocasiones: Diciembre 2001
Raquel, que fué la primera persona implantada de Zaragoza, nos cuenta su historia. Ella, con sólo 7 años, aguantaba los desprecios y las críticas de personas sordas adultas por el hecho de -siendo sorda- usar un implante coclear.
Hacia el año 1.991, el implante era aún desconocido para mucha gente. Yo era una niña sorda profunda de 6 años que estudiaba en el colegio "La Purísima" para niños sordos, de Zaragoza. Llevaba audífonos, como los demás niños sordos, pero no oía casi nada. Recuerdo muy bien que algunos compañeros podían adivinar lo que decían los profesores y yo aunque lo intentaba, nunca conseguía adivinarlo. Por eso, un día, la directora del colegio, Sonia en aquellos tiempos, nos citó a mis padres y a mí para explicarnos la nueva tecnología: el implante coclear. Nos contó que el implante tenía mucho éxito con los adultos, pero con niños aún no estaba probado, ya que estaba todavía en periodo de prueba para los niños. También nos explicó que en aquel momento lo estaban probando con niños y nos dijo que si queríamos, yo podría ser una más de estos muchos niños. Yo era muy pequeña todavía para entender todo lo que pasaba, pero sí estaba segura de que quería oír algo.
Me acuerdo muy bien de que me preguntaban mis padres que si quería oír y yo les respondía que ¡Sí! ya que veía a mi hermana oyente, Beatriz, ella era feliz oyendo las voces, aprendía mucho con los oídos, etc. Por eso, sin duda, quería ser "oyente" también. Para tener más información, fuimos a Pamplona (era la única ciudad que tenía esta información, en la actualidad, la hay ya en toda España). Nos dieron mucha información, explicaciones, advertencias, ventajas, inconvenientes. Al final decidimos que sí, que me "implantaban".
Fue el día 4 de Octubre de 1.991 cuando me operaron y unas dos semanas más tarde, ya me pusieron la parte externa por primera vez. Había muchos nervios y esperanzas; por primera vez, podía oír un sonido claramente. ¡Fue impresionante!. Los médicos (Alicia Huarte y su equipo) y mis padres no me paraban de decir muchas palabras: "Hola Raquel", "¿Nos oyes?", "cariño mío", etc. Yo más o menos confusa, les respondía que sí oía algo, pero no sabía qué era este sonido que escuchaba. Tenía los ojos como platos, empezaba a dolerme un poco la cabeza; supongo que es algo normal, después de tantos años en silencio. Los médicos nos aconsejaron que fuéramos a dar una vuelta por la ciudad para que me familiarizara con los ruidos. Nos acompañaba una médico, Maribel. ¡Cómo me asustaba al oír los ruidos! Al pasar una moto, me agarraba a mis padres preguntándoles qué era este ruido. Ellos me calmaban diciéndome que era el ruido de una moto. Me explicaban de dónde venían los ruidos: "Raquel, este ruido es de la grúa", "ese ruido viene de la ambulancia". Tenían mucha paciencia conmigo, ¡se lo agradezco mucho! Estábamos contentos, porque, por fin oía "algo".
Cuando volvimos a Zaragoza, mis abuelos, tíos, primos, etc. fueron muy buenos conmigo, con mucha paciencia, también estaban muy contentos. ¡Todo iba muy bien!.
Pero en el colegio, fue un poco diferente. Los profesores se portaban bien conmigo, lo reconozco, pero algunos niños sordos no fueron tan amables. Mis compañeros, como eran pequeños también, sólo estaban extrañados con mi implante, a veces se mostraron poco amables conmigo. Preferiría no contarlo, pero me parece que debo hacerlo, para que os déis cuenta de que no siempre todo va de maravilla cuando se implanta a los niños. Pero siempre hay muchas esperanzas. Recuerdo cómo me odiaban algunos sordos mayores, porque según ellos, decían que con el implante se estropea "el mundo sordo", tal y tal. No les gustaba el implante, me despreciaban en muchas ocasiones. Yo no les comprendía, pero me lo aguantaba. Como yo era en aquellos tiempos la única que llevaba implante en Zaragoza, no podía compartir las inquietudes con otros niños implantados; exceptuando con los de España, en los encuentros. Recuerdo como también criticaban bastante el implante algunos adultos sordos y otros no eran comprensivos conmigo, pasaban de esta gran tecnología. Yo, con sólo 7 años, seguía escuchándoles las críticas, desprecios, etcétera. Año tras año, seguían haciendo lo mismo, pero yo no les hacía mucho caso. Sinceramente, algunas veces, me angustiaba, me ponía triste pero tenía mucha suerte, ya que mis padres, mi familia y algunos profesores míos me apoyaban muchísimo, gracias a ellos, seguía intentando oír más, trabajando duro con mi profesora logopeda Mariví Calvo.
Cada vez oía más y me sentía más contenta. Cada año, consigo obtener mejores resultados. Y, poco a poco, algunos de esos sordos que criticaban el implante, van cambiando de opinión, ya que ven mis buenos resultados (hablo cada vez mejor, mi vocabulario aumenta, etc.) y además últimamente se han implantado muchos niños en Zaragoza, que también obtienen resultados. Supongo que, por fin, estos sordos se han dado cuenta de que esto es algo bueno para los sordos. Pero aún hay muchos sordos que no están de acuerdo con este avance tecnológico. Aunque reconozco que otros empiezan a apoyar esta idea, como por ejemplo, mi gran amiga Ana, que aunque no lleva implante, está a favor de él, porque ella sabe que es una ventaja para algunos sordos.
Ahora, por fin, ya no soy la única implantada en Zaragoza, ya que hay muchos niños implantados aquí y en toda España. Han pasado muchas cosas en estos diez años, aún estoy intentando mejorar, pero ahora estoy más contenta que antes porque me siento más segura, familiarizada...
Espero que esta historia sea útil para vosotros, los lectores. Y gracias por leerlo. Un saludo para todos.
Raquel

Zaragoza

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